Sangre manchada, pétalos caídos

La cualidad artística intrínseca en el cine ha virado en repetidas ocasiones según los intereses de las grandes productoras y los pedidos del público. Esto no es algo nuevo, décadas atrás esta línea descendiente en profundidad del concepto del arte en el largometraje cinematográfico ya se veía. Hoy en día la industria se encuentra repleta de producciones que se distancian del purismo de la expresión artística. Al mismo tiempo, una obra no está completa sin la visión y el sentido dado por el espectador. Por esto mismo, se siguen produciendo multitud de proyectos “de autor” a contracorriente del cine “producto”.

El abanderado del purismo y enemigo del corporativismo cinematográfico es quien, en esta ocasión, viene a recordarnos una vez más porque llamamos al cine: el séptimo arte. El eterno Martin Scorsese. Un personaje infaltable en la historia de la pantalla grande que resulta casi incomodo acompañar su nombre de algunos de sus proyectos, dado que cualquier persona reconoce lo ilustre de su carrera con solo nombrarlo. Sin embargo, utilizo un par de líneas para despabilar y recomendar algunas de sus obras maestras para quien lo necesite: “Taxi Driver” (1976), “Toro Salvaje” (1980), “Buenos muchachos” (1990), “La isla siniestra (2010)” y “El lobo de Wall Street” (2013). 

En Asesinos de la Luna encontramos a un Scorsese en estado puro, adaptado a la modernidad como pocos y dominando a la perfección todas las facetas que hacen a esta cinta un nuevo éxito en su abultada vitrina. Inspirado en el libro de David Grann del mismo título, se desarrolla una historia completísima a nivel narrativo, con una ejecución fotográfica y actoral de lo mejor del 2023. Si superas la barrera inicial de la gigantesca duración y una trama alargada, te encontraras con un nuevo clásico del cine moderno.

Habiendo tanto positivo que analizar, voy a comentar el único aspecto que no me convenció, el más evidente. La duración de 3 horas y 26 minutos alarga la cinta de forma beneficiosa y natural, sin embargo, no quita que termine siendo un compromiso un tanto agotador para el espectador. Esto se hace notar especialmente en la parte media de la misma donde hay una sucesión de hechos que se vuelve ligeramente repetitiva. De igual manera, Scorsese repite su postura ya establecida en su anterior proyecto “El irlandés” (2019) donde la longitud fue similar. El director descarta la preocupación sobre lo extenso de la película a cambio de desarrollar la historia con el ritmo y las imágenes que le plazcan. Luego de esta acotación pasamos al porqué este film es una clara candidata a arrasar en todas las categorías de los próximos premios Oscar.

Partiendo de la base de un reparto espectacular y una caracterización excelente, las actuaciones en Asesinos de la luna son genuinamente una mejor que la otra. Un elenco de secundarios donde cada uno ocupa muy bien su lugar para darle vida, no solo a su personaje, sino a cada pieza del rompecabezas que se establece como el universo percibido por el espectador. Todos están parados de la perspectiva correcta, las performances van acorde a su visión y contexto frente al grupo contrapuesto de personajes. Al estilo “Oppenheimer” (2023), estos cameos y secuencias cortas le dan color a la idea del director de pintarte un mundo vivo donde ocurren los hechos y no solo una obra de teatro.

La película parte de un episodio histórico para la historia de Estados Unidos y los pueblos originarios. La fiebre del petróleo, el enriquecimiento de los nativos, la depravación humana y la creación del “FBI” son todos condimentos para un relato que cobra fuerza en lo íntimo. El elemento principal a la hora de elaborar una lectura del film es la atención a la perspectiva que le da el director. Desde que entendemos la dinámica de poder económico, contrapuesta con la escrita en los libros de historia, siendo que los Osage (los mal llamados indios), son los manipulados a pesar de ser ellos quienes tienen la riqueza de su lado. 

Lejos de buscar que empaticemos fácilmente con los nativos, contando la historia en base a ellos, Scorsese le da un giro y elabora la trama desde la perspectiva de los victimarios. Esto logra una crítica de los más cruda y pone debajo de los reflectores el retorcido modus operandi de los perpetradores. Aquí está mi aspecto favorito de la cinta, el protagonista. Este personaje funciona directamente como una conexión al público, encontrándose en el medio de acontecimientos que parece que controla, pero lentamente lo encuentran siendo uno de los involucrados. Manipulado, pero a la vez dejándose manipular en un contexto donde los intereses y los sentimientos lo sobrepasan. Víctima y victimario, narrativamente hablando. 

Cerramos el telón con las 3 mejores actuaciones de los 3 personajes más importantes de la cinta. Leonardo DiCaprio y Robert De Niro son de los actores “fetiche” de Scorsese, habiendo trabajado juntos en multitud de ocasiones, siendo este el director con el que más han sabido brillar. Asesinos de la Luna no es la excepción sino una reafirmación. DiCaprio se mimetiza con un papel poco hondado en su amplia carrera, un personaje con pocas luces, tonto y manipulable que brilla con un acento bien marcado y varios tramos de improvisación. Uno de sus mejores trabajos y una nueva nominación a mejor actor en el futuro cercano.  

Por el lado de Robert, maneja a gusto y placer un papel muy similar en cómo está escrito al de Arquímedes Puccio, interpretado por nuestro Guillermo Francella en “El Clan” (2015). Una actuación cínica, pero a la vez natural y despreocupada, con tintes de humor y dureza. Una actuación clásica-moderna de De Niro, si tuviera que describirla. Nominado de cabeza a la categoría de mejor actor de reparto.

Luego de todos estos elogios, dejé la mejor para al final. El poderío actoral, técnica y carisma de 2 de los mejores que hayan aparecido en la pantalla grande; se ven eclipsados por el silencio, el dramatismo y la dolorosa frialdad de la increíble actuación de Lily Gladstone. Una presencia superadora en cada plano, robándose la escena frente a cualquier acompañante. La manifestación del dolor en todas sus fases, la transmisión de emociones en base a representar en carne propia la atmósfera de todos y cada uno de los planos. Hasta ahora, mi elegida como la mejor actuación femenina del año. 

La película también se destaca en el apartado técnico. El despliegue fotográfico es sobresaliente, una noción artística encapsulada. Utilizada principalmente a la hora de oxigenar la historia y los diálogos con un plano abierto de gran paisaje, o como elemento para cargar de poderío visual los momentos de tensión, drama y crueldad. La caracterización, el vestuario y la banda sonora se suman como armas valiosas al arsenal contextualizador del director. La composición musical a cargo de Robbie Robertson, otro conocido colaborador de Scorsese en sus proyectos, se centra en un aglomerado de varios géneros unidos por la temática principal de ser o sonar como canciones de pueblos indígenas. Las percusiones y sonidos vocales son los elementos más característicos de estas piezas, funcionando muy bien como ambientación.

“Killers of the flower moon”, su nombre original, refleja a la perfección la carrera de Martin Scorsese. Una película de un género y actores que son cómodos para él pero que forman un producto incomodo de por sí. Ya sea por la duración, por los temas que trata o lo crudo y desalmado que es, no le escapa a la incomodidad como medio para crear conciencia y transmitir su mensaje. Un film que será reconocido con múltiples nominaciones en los premios más importantes de la industria, otro éxito de un director que parece no marchitarse sin importar las noches que pasen.