Duna Parte 2: 2024, Odisea del espacio

La resaca de los Premios Oscar se extendió durante el primer trimestre del 2024, donde todos los ojos estuvieron puestos en los mayores éxitos del año pasado. Más allá de algunos estrenos interesantes, no fue hasta los primeros días de marzo que nos encontramos con la primera joya de este año cinematográfico. 

“Duna: Parte 2” es una de esas películas que logra un sentido de completitud a la hora de analizarla, tacha todas las casillas. Sin embargo, va más allá de los diferentes apartados que conforman una gran cinta, Dennis Villeneuve le da al mundo una épica de ciencia ficción al mayor estilo “Star Wars”. Llena de momentos memorables, emocionante y cinematográficamente impactante. Una verdadera obra maestra.

Decir que Villeneuve es un especialista en el género seria quedarse corto. El canadiense tiene dos joyas como son “La llegada” (2016) y “Blade Runner 2049” (2017), en palabras de Steven Spielberg: - “Hay cineastas que son creadores de mundos, no es una lista larga, y creo profunda y fervientemente que es un nuevo miembro de ella.” 
Dune: Parte 2 y su director trascienden lo episódico de su título y franquicia, para crear un universo propio. Un universo con su propio lenguaje verbal y no verbal, sus propias paletas de colores y una gran profundidad a nivel bélico y religioso. La obra de 1965 de Frank Herbert, en la que se basa esta saga, establece conceptos básicos para la ciencia ficción, además de atractivos para el lector. Si esto se combina con un presupuesto elevado y un Villeneuve acertadísimo en el apartado visual, tenemos como resultado un verdadero blockbuster de autor. Una gran producción multimillonaria, pero con un cuidado por el aspecto artístico muy marcado, el sello del director por sobre la mera recaudación.

Me resulta tremendamente destacable la armonía entre el apartado argumental, de guion y trazado de arcos de personajes con el impresionante despliegue técnico-artístico que tiene esta épica desértica. Y que mejor forma de describirla sino es con “épica”, todos y cada uno de los 166 minutos. Cada plano es un cuadro, cada secuencia esta pulida para que cuando la acompañe la espectacular banda sonora de Hans Zimmer, se convierta en algo memorable. Me encontré enganchadísimo ante el sin cesar de composiciones fotográficas excelentes. Greig Fraser, el encargado de la fotografía, tendrá su nombre en las listas de varios premios de la industria.

El gran reparto de la primera parte se vio ampliado con aun más talento, especialmente de esta generación. Si bien varios involucran papeles de poco impacto inmediato, se plantan semillas que se cosecharan a futuro en la 3era entrega. Florence Pugh, Anya Taylor-Joy y Léa Seydoux son ejemplos de esto. Mientras que Austin Butler, como antagonista, me maravilló. En poco tiempo la cinta, cambia de tono, paleta de colores, te plantea paralelismos nazis y realiza una de las mejores presentaciones para un villano que yo recuerde, espectacular.

Por otro lado, tenemos a las semillas que ya florecieron en esta entrega, Javier Bardem, Zendaya y Rebecca Ferguson tienen papeles mucho más importantes y despliegan grandísimas actuaciones. Él como un gran alivio cómico natural y ellas como protagonistas poderosísimas en un drama de estas magnitudes. 

El gran reflector se lo lleva Timotheé Chalamet, quien explota gran parte de su registro actoral y atraviesa el arco de personaje más completo del filme. Dueño total de poderosas escenas que lo elevan de uno de los grandes talentos en ascenso de Hollywood, a un actor de élite en el mundo del cine. 

Villeneuve se consagra con su ópera magna y deja atrás el viejo dicho de que las segundas partes no funcionan. Con su cuidado de cada plano, su altísimo sentido de la estética y mi privilegiado visionado en pantalla IMAX; me fui cautivado por una odisea espacial que mezcla los mejores puntos de Star Wars y Juego de Tronos. Carente de puntos negativos significantes, lo único que se me ocurre es el de afrontar la larga espera de la 3era entrega.