Sangre, vísceras y un corazón albiceleste

Ganadora del premio a mejor película del Festival de Cine de Sitges, la mejor película argentina del año llegó por fin a la cartelera nacional. Atrevida, desgarradora y por encima de todo, con nuestra esencia. Analicemos: “Cuando acecha la maldad”.

Espectáculos - Cine27/11/2023Facundo CarduzFacundo Carduz

Meses de espera, murmullos que deslizaban reconocimiento de la calidad de la cinta y las noticias de galardones que llegaban desde Sitges; una nueva ópera magna argentina se destaca en un género colmado de producciones e intereses. No es fácil sobresalir en un género como el terror. Un público cansado de lo mismo que quiere innovaciones, pero que al mismo tiempo rechaza las obras de nuevos directores ya destacados como Ari Aster. Una hazaña aún más compleja dada la susceptibilidad del público argentino a las producciones nacionales en géneros "menos serios" que el típico thriller, drama o policial que tanto nos tiene acostumbrados. 

El elegido para esta tarea es alguien que lleva años transitando los barrios bajos del horror, con varias producciones a sus espaldas y que consiguió su éxito recientemente con “Aterrados” (2017). Hablamos de Demián Rugna, el director y guionista de la gran cinta de terror del 2023: “Cuando acecha la maldad”.

Cuando acecha la maldad es un viaje repleto de paranoia, incomodidad y miedo genuino. Una realidad que inserta al espectador con una puesta en escena realista y muy bien lograda, para luego envolverte y dispararte a lo paranormal. La cinta va mostrando su valor agregado al género desde el inicio, con una presentación violenta de los personajes; para lanzarse rápidamente al conflicto. 

Rugna, asistido por Mariano Suárez, su director fotográfico, haya en lo grotesco las primeras pinceladas para formar la imagen del horror por venir. Los efectos se hacen presentes desde el inicio, siendo prácticos y no virtuales siempre que se pueda. El realismo dentro de un relato paranormal es el arma favorita del director para transmitir esa inmersión al público. Los detalles en cada plano son abundantes ante la dura tarea de darle credibilidad al relato de un “embichado” en un campo en el interior del país. Sin embargo, es en la premisa y en como esta desarrollada la trama estéticamente donde encontramos lo mejor de la cinta.

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Perdí la cuenta de la cantidad de películas de terror que se estrenan y veo por año, la mayoría siendo secuelas de franquicias olvidadas u obras originales hechas por productoras que caen en argumentos genéricos y no logran encontrar su identidad. Es tal vez el género más trillado de la industria y se repiten los mismos elementos una y otra vez hasta el cansancio. En este mar de monotonía, Demián Rugna no inventa la rueda, sino que la convierte en neumático. Traduce todos los elementos a nuestro idioma fílmico, incluso adaptando los típicos clichés del terror con una naturalidad y credibilidad sobresaliente. 

Las actuaciones son sólidas en general, el dúo protagonista de Ezequiel Rodríguez y Demián Salomón dan catedra con un acento campestre muy bien logrado y gran química en pantalla. Si bien el foco actoral este puesto en las expresiones exageradas y los sobresaltos emocionales, los resultados son más buenos que malos en cuanto a la credibilidad. Como siempre me gusta destacar alguna individualidad, en este caso son las intervenciones de Virginia Garófalo y Emilio Vodanovich.

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Partiendo de los intérpretes a los personajes, la forma correcta de leer esta cinta es tridimensional. Vemos una maqueta con acontecimientos, historia, peones moviéndose, pero al mismo tiempo una tensión y desesperación que no puede solucionarse. Cuando nos metemos más profundamente en la trama en sí, encontramos algunas falencias en el desarrollo de personajes y en cómo funciona la historia que nos están contando. Esto resulta un aspecto menor cuando damos un paso hacia atrás y volvemos a observar desde arriba y nos quedamos con la tensión palpable de principio a fin. Las horrorosas, sangrientas y sumamente originales imágenes son la verdadera riqueza cinematográfica de este proyecto. 

La mano del director lo es todo en Cuando acecha la maldad. La evolución de la trama pasando por distintos subgéneros, tomando características y moldeándolas a su gusto es remarcable. Desde el inicio estilo western, a la acción de las persecuciones, encontrando su mejor versión en los tramos más extensos que son bien identificables como el terror de posesiones. Todo esto con un respeto por la cultura argentina, sus creencias y sus propios demonios. Un nivel de ejecución altísimo, digno de abanderarse de celeste y blanco. Un género de terror que en los últimos años ya estaba dando que hablar a nivel local, encuentra su estrella más brillante, su clásico moderno, su film de culto. Cuando acecha la maldad no solo ganó merecidamente los premios de cada festival que asistió, sino que también se ganó los corazones de una nueva generación de cineastas argentinos.

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